Sunday, September 10, 2006

Un cuento menor

Una vez fui a ver un amanecer y el sol salio a mis espaldas. Ese mismo dia, en la playa, el horizonte en el mar, se torció ligeramente y al levantar, asi, ligeramente la cabeza, estirando el cuello, pude ver la curvatura suave y peligrosa del planeta. Al coger el bus, para ir a casa, ese, para mi sorpresa, ya estava en la estación de buses esperandome, solo a mi. Al subir pero, me asusté porqué todos los asientos estavan ocupados, pero por un repentino empuje de coraje, me deslizé por el pasillo central, saviendo con la seguridad que se saven solo cierto tipo de cosas muy concretas, que un solo asiento estava aguardando a mi persona, incluso acavé de pasar por el lado de los asientos finales, con cierta sensación de desahogo, y un leve latir en mi corazón.
Por fin llegué al último par de asientos, y ya des del pasillo alcanze a ver antes de lleguar, mi plaza desocupada y fresca, però tal fue mi sorpresa al acavar de recorrer todo el pasillo, y descubrir porfin, el rostro de mi vecino de viaje.
Su rostro era sereno, fino e iluminado. Sus espaldas firmes y descansadas sostenian con elegancia unos brazos finamente cruzados y i finalizados por unas manos de clasica robustez, e inspirada sobriedad. Se apoyavan esas sobre unos muslos fuertes y dirigidos hacia la ventana, como deseando mas que descansar, andar el camino que por la ventana iba apareciendo para luego desaparecer con lentitud, como el humo del tabaco, que desaparece lenta y delicadamente a la vez.
Por primera vez, hablé a un extraño solo por el placer de hablar, y con sana sorpresa, ella me comentó que estava desando hablar también conmigo.
Llegó al fin, mi destino, y al bajar mi jardin olia a madera, piedra y a tierra. Solo al llegar a casa, me senti un extraño en un lugar lejano. Asi que me sente timidamente al sillon, y estuve un tiempo indefinido, como aguardando a que alguien me guiase en mi propio salón de estar.
Al fin fui reconociendo primero el paisaje que espiava detras de la ventana, luego reconocí por fin a mis viejas cortinas largas y transparentes, y finalmente, incluso me acordé donde escondia aquella carta de amor que un cartero llevó por equivocaión a mi casa, y que iba dirijida a una abuela sola i enferma, escrita por su nieto, nervioso y triste.

Llego la noche, y aquella vez la luna no salio, y por fin un cielo liso y curtido solo por las estrellas menores, nos decia adios con delicadeza, despidiendo ese cuento.

D´dAc

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